I

nforme de Álvaro Puertas, Secretario General de la Coalición Internacional del Habitat (HIC) que representó a HIC y la PGDC en la conferencia

La conferencias amuralladas de Naciones Unidas se parecen demasiado entre sí y cada vez se parecen más a las ferias de congresos de turismo y expositores que tanto se prodigan por el planeta y que compiten para atraer participantes y visitantes. La COP 25 no es una excepción, sino más bien la confirmación de la deriva de estos espacios. Tras unos primeros días en los que los participantes deambulaban sin rumbo, al tercer día la marejada ya sabía bien que eventos atender y entre la multitud era cada vez más difícil vislumbrar vestidos tradicionales entre olas de trajes de chaqueta, corbatas y tacones. En un ambiente que no reflejaba la urgencia del tema a tratar, sólo en ciertos eventos los panelistas realmente avisaban del enorme desafío que ya tenemos sobre nuestra cabeza.

Lo deseable sería que los países solventaran la urgencia de sus responsabilidades con el clima y con las personas como España ha resuelto la organización del evento, con leyes y presupuestos extraordinarios. La pena es que esto sólo ha sucedido alrededor de la conferencia porque los estados luchan contra el cambio climático poco a poco; los estados tienen mucho que decir y mucho que hablar mientras cambian bien poco la lógica de consumo y producción masivas en la que la humanidad se ha embarcado y a la que parecen no encontrar alternativa.

El marco es absurdo, con invasión de carteles de empresas que embotellan agua y bebidas carbonatadas en la entrada y con una invasión de las portadas de la prensa nacional por parte de las empresas más contaminantes del país. Todos se prestan al juego; emitir CO2 da muchos dividendos que se pueden gastar en campañas de green washing. Y como buen evento de NNUU, el  evento se blinda con tres cuerpos de seguridad, policía nacional, seguridad privada y servicio de seguridad de Naciones Unidas, a cada cual más hiératico.

Los pabellones alfombrados y los stands costumbristas permiten a los participantes que han viajado miles de kilómetro en avión ver bellas imágenes de países lejanos y llenar sus estómagos con carne picada industrial servida en contenedores desechables y no reutilizables. La sostenibilidad y el respeto al medio ambiente en su estado más puro.

Para encontrar cierta energía y entusiasmo, voces que piden cambios fundamentales y urgentes, hay que buscar entre los eventos y ponencias. Hasta los científicos más agoreros, hablan de sus predicciones con inusual tranquilidad. Por el contrario, los representantes de las comunidades afectadas si eleven la voz, no son responsables y son los más castigados. Quieren reconocimiento y compensación, quieren la oportunidad de sobrevivir al cambio que ya está pasando. Las comunidades de las pequeñas islas-estado del pacífico no pueden esperar más. Ya es tarde para ell@s.

La estrategia de Naciones Unidas y de los estados de multiplicar los eventos paralelos y stands y dividir a la sociedad civil demuestra ser exitosa. Es más fácil lidiar con mil organizaciones que con una sólo voz poderosa que les confronte. Dentro de la conferencia puede haber 100 murmullos repitiendo el mismo mensaje cada 90’. Mejor sería un grito que durara menos y  resonara años en todos los despachos.

Y lo más curioso es que nadie habla de porque estamos en Madrid, de la jugada hábil de un gobierno privatizador, extractivista y contaminante que abandona sus compromisos y a su población, escapando del dialogo y dando la espalda al conflicto que le estalló en casa. Mejor que la ciudad amurallada viaje a otro país a que la sitien en Santiago. Menos ruido, menos problemas.

Y nadie habla de las cumbres alternativas de Santiago y Madrid, nadie habla de los modelos urbanos insostenibles de ambas ciudades. ¿Para qué, si están hablando de cosas más importantes y fundamentales? Sólo algunos eventos tratan de las obligaciones de los estados y corporaciones en materia de derechos humanos, a pesar de ser una conferencia de Naciones Unidas. Tantos temas urgentes y espinososos se deben tratar de puertas adentro, en un diálogo de sordos en el que los poderosos todavía siguen pensando como seguir haciendo lo mismo de otra manera. Como conseguir cambiar el futuro sin modificar su cuenta de resultados.

IFEMA es una fortaleza, rodeada de cuerpos de seguridad y de un vacío urbano estratégico que la separa del resto del mundo. En pocos días todos los participantes estarán en sus casas, y al menos intentarán mitigar las emisiones que produce viajar para  hablar de emisiones.

Y en Madrid todo se desmontará, algo se reciclará y habrá que imprimirlo todo de nuevo para hablar de turismo globalizado, regalos inútiles personalizados y otras actividades de usar y tirar donde alcanzar consensos y firmar contratos es bastante más sencillo que en la COP.